martes, 20 de diciembre de 2011

Crónicas de Haití (III)

Se viene Tomás, el huracán. Se viene desde hace ya una semana y acá, en mi trabajo, en mi casa de madera y paja y techo de lata casi no hablamos de otra cosa. Un día gana fuerza y va a 175km/hora, otro día baja a grado 1 y se vuelve tormenta tropical, pero al día siguiente vuelve a tomar impulso, pasa por Santa Lucia y deja 15 muertos. Nosotros no sabemos bien qué hacer, el jueves compramos agua como para un mes, al día siguiente jamón en lata y queso francés que va a parar junto a las 26 botellas de suero que compramos hace una semana, cuando se venía el cólera. Hoy compré una linterna y un par de botas de goma, tal vez porque nunca estuve en un huracán, ni siquiera en una tormenta tropical, y no sé cómo comportarme ni qué comprar ni lo saben mis compañeros. Vacilamos entre planes descabellados que planteamos casi en broma -pero no tanto- y previsiones elementales y presuntamente juiciosas. A veces me da la impresión de que estamos jugando a esperar el huracán. Despistados por la ignorancia imaginamos posibles escenarios, trazamos planes de contingencia tal vez todos errados. Miramos el cielo, buscamos indicios, creemos en todas las noticias de todos los diarios que miramos cada media hora. Al final del día nos miramos de reojo mientras cenamos y tratamos de parecer despreocupados y alegres. Nos vamos a dormir con el huracán metido en la almohada. Nada es más mísero que un haitiano miserable. En esta ciudad la pobreza no golpea como en Puerto Príncipe y tal vez se deba a esa ropa hermosa venida de quién sabe dónde que los pobladores lucen tan orgullosos, pero tampoco es raro que una mujer anciana -¿tal vez de 50 años?, acá la expectativa de vida es más o menos eso- te siga el breve trecho entre el almacén y la camioneta y te acose diciéndote que tiene hambre o sed o quién sabe qué enfermedad que por suerte uno no llega a entender porque los conocimientos de creole no alcanzan nunca para comunicarse con la gente más pobre, con los que no tuvieron escuela francesa, con los que no tienen voz. Esa mujer flaca y en los huesos te seguirá hasta el auto, te hablará en una letanía, te tocará tenuemente el brazo primero y después querrá tomarte de esa camisa caqui que te proporciona un organismo que vela por ayudar a los haitianos a ser más democráticos, te golpeará la ventanilla y la chapa del auto, apretará su cara desdentada contra el vidrio, su nariz deformada, su piel con heridas hasta que no tengas más remedio que acallar tu conciencia pasando 5 gurdas -1/8 de dólar- por una hendija. Grangou es una palabra en creole, grangou significa hambre y ellos saben que sabemos. Siempre que camines por Haití se acercará alguien que murmurará grangou en tu oído, dirá grangou en voz baja como quien murmura una maldición, será un niño, será una mujer embarazada, un inválido, un amputado, pronunciará la palabra muchas veces sin extender la mano, sólo dirá grangou grangou en tono monocorde, observará tu estremecimiento. Y esperará. Haití no fue bendecido por ningún dios, ni por los ancestrales que trajeron de contrabando de África, ni por el de los católicos que los civilizaron a latigazos, sangre y muerte, ni por el de los norteamericanos que hoy los civilizan con hospitales sin medicamentos y viviendas de fina lona plástica. Haití, decía, no fue bendecido. Ni en su historia ni en su presente. Y ni siquiera con sus playas, que habría sido algo tan fácil de otorgarle a esta gente, bastaba con continuar las bellas costas naturales de Santo Domingo. Pero no, de este lado de La Española la costa, sin dejar de ser bella, es escarpada, pedregosa, dura, apenas con una franja pequeña de arena cuando la hay. No es fea pero no es playa, mínimas extensiones de arena, acantilados a veces inaccesibles para llegar a una pequeña ensenada rocosa. Difícil tarea la de atraer a las cadenas internacionales de hoteles para que vengan a invertir en Haití, hasta tanto la pobreza y la piedra no se pongan de moda.

1 comentario:

  1. Merce, con qué impotencia, con qué conocimiento, con qué amor escondido contás los hechos que viviste.Lindo y triste relato. Besote Ada

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